En la RCCES, el Ministerio de Musica, es un servico fundamental, por lo que el ejercicio de este, posee ciertas características del Canto y la Música, que la diferencian dentro del panorama litúrgico y pastoral en la Iglesia Católica
Entre las cuales destacan:
Dinámica y Emotiva: Las melodías buscan tocar el corazón, moviendo a los fieles a la alabanza, la adoración y el compromiso misionero.
Espontaneidad: Inspirada en el Espíritu Santo, permite una libertad de expresión que fomenta una experiencia auténtica y viva.
Participación Comunitaria: El énfasis no está en el desempeño técnico, sino en la integración de toda la asamblea.
Contenido Cristocéntrico: Sus letras se centran en Cristo, la acción del Espíritu Santo y la relación íntima con Dios.
“La calidad de la música depende de la pureza y de la magnitud del encuentro con el divino, con la experiencia del amor y del dolor”.
Benedicto XVI.
El aspecto Emotivo del Canto y la Música en la RCCES, no debe interpretarse como meramente sentimentalismo, sino como una forma de responder con todo nuestro a la acción del Espíritu Santo.
El canto, cuando es emotivo, ayuda a los fieles a:
- Abrir el corazón a Dios: La música permite a las personas exteriorizar sentimientos de gratitud, arrepentimiento, gozo y adoración, creando una conexión íntima con Dios.
- Sanar heridas emocionales: En los momentos de oración, el canto y la música, llevan a vivir experiencias de sanación interior, donde los hermanos experimentan la consolación del Espíritu Santo en su vida.
- Profundizar en la oración: Como afirma Sacrosanctum Concilium, el canto intensifica la oración. En la Renovación Carismática, la música emotiva actúa como puente entre la oración vocal y la oración contemplativa.
La emotividad en los cantos se refleja en melodías accesibles y letras que invitan a una experiencia personal y comunitaria con Dios. Este enfoque permite que las emociones no sean una finalidad en sí mismas, sino una vía hacia la conversión y el encuentro con Dios.


El Dinamismo de la Música Carismática
Por otro lado, el dinámismo de la música en la RCCES radica en su capacidad para generar energía, unidad y movimiento dentro de la asamblea. Este dinamismo tiene varios matices que refuerzan la dimensión comunitaria y misionera del movimiento:
- Vitalidad y entusiasmo: Los cantos dinámicos llenan de alegría y motivación a la comunidad, generando un ambiente de celebración donde se experimenta la alegría del Evangelio, como describe el Papa Francisco en Evangelii Gaudium.
- Movilización de los fieles: La música dinámica inspira a los participantes a participar activamente, no solo cantando, sino también mediante el aplauso, el movimiento corporal o incluso la danza, símbolos de una fe vivida con todo el cuerpo y el alma.
- Atracción para los jóvenes: En particular, la música, por su dinamismo, conecta profundamente con los jóvenes, quienes encuentran en ella una expresión contemporánea de fe que los motiva a comprometerse en la vida de la Iglesia.
Este dinamismo no compromete la profundidad espiritual; al contrario, refuerza el sentido de comunidad y misión, impulsando a los creyentes a llevar el Evangelio más allá de las paredes del templo.
Equilibrio entre Emotividad y Dinamismo
La verdadera riqueza del Canto y la Musica en la RCCES radica en su capacidad para equilibrar estas dos características. Un canto emotivo puede conducir a una experiencia transformadora de contemplación, mientras que un canto dinámico puede enviar a la comunidad al mundo con un renovado fervor misionero. Este equilibrio asegura que la música carismática, aunque emocionalmente expresiva y activa, permanezca enraizada en el corazón de la liturgia y la tradición de la Iglesia católica.
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