GUSTO POR LA ORACION PERSONAL | ORACION EN EL ESPIRITU. (I) LA ORACION DE CONTEMPLACION
El tema que escogimos, para esta ocasión es la ORACION EN EL ESPÍRITU, especialmente LA ORACION DE CONTEMPLACIÓN, misma que iremos desarrollando en los post siguientes.
ORACIÓN EN EL ESPÍRITU
Cuando vivimos esa experiencia fundamental de la Renovación y participamos activamente en el proceso del Renovado, nos damos cuenta de dos cosas: la Renovación despierta, bajo la acción del Espíritu, un gran aprecio por la oración en todas las personas que entran en ella. Y nos damos cuenta que esta oración en el Espíritu es el mejor aporte que la Renovación puede darle a la Iglesia en este momento.
Si, tú que me lees, y todo aquel que quiera participar de esta experiencia salvífica del amor de Dios, abrimos el corazón a esa gracia especial del Espíritu Santo para apreciar mejor la oración, para vivir en oración y para llegar a la contemplación, o por lo menos anhelarla, el fruto será muy grande.
Los dos grandes Pontífices que han hablado de la Renovación tan profundamente, Pablo VI y San Juan Pablo II han hecho énfasis, precisamente, en este punto.
En el discurso del 19 de Mayo de 1976, cuando Pablo VI habló de los efectos de la Renovación, puso, en primer lugar, el de la oración.
Dijo: el primer efecto es el gusto por una oración profunda, personal y comunitaria. Los que trabajamos, por bondad del Señor, en esta línea de la Renovación, comprobamos todos los días esa verdad cómo el Sacerdote, la Religiosa, el Laico, que entra profundamente en su proceso de Renovación espiritual, empieza a tener un gusto por una oración profunda, no superficial, y por una oración personal profunda, primero, y, después comunitaria.
A veces, cuando no se tiene la visión completa de la Renovación, se cree que ella se limita a una oración únicamente emotiva, a una oración con manifestaciones externas. Y nos olvidamos que “Cuando el alma, de veras, está en el Señor y llena del Señor, las manifestaciones surgen espontáneas y, pudiéramos decir, son como necesarias” (Diego Jaramillo).
La persona que recibe la Efusión en el Espíritu empiezan a orar en profundidad, a tener el encuentro con el Señor. Y esta oración la hace en las dos áreas; primero en la personal y luego en la comunitaria.
Porque en la Renovación no se ora solamente en los Pequeños Grupos de Oración (PGO), Las Asambleas de Oración o los Retiros Espirituales. La persona que está bajo la acción del Espíritu empieza a orar personalmente y busca ante todo un encuentro de persona a persona con el Señor. Uno aprecia después el valor de la oración comunitaria y gusta entonces orar con sus hermanos. Y ya sabemos los frutos de esa oración compartida con los hermanos.
San Juan Pablo II, en el importantísimo discurso que pronunció durante la reunión de los servidores en Roma, pocos días antes de sufrir su atentado, dijo lo siguiente: “La tarea del dirigente es -en primer lugar- dar ejemplo de oración en su propia vida”. El dirigió el discurso a los servidores o líderes de la Renovación y les dijo lo que ellos debían hacer, precisamente para cumplir su misión en la Iglesia. Pero el primer deber que les señaló fue ese: el de dar ejemplo de oración en su propia vida.
El dirigente principal y el primer responsable de la Renovación tiene que ser el sacerdote en las parroquias y en la Diócesis y en seguida los coordinadores de las Comunidades.
A veces el sacerdote como que se margina y dice: “yo voy a supervigilar, pero los que van a animar y orientar son los laicos”. Pero NO, son los sacerdotes, los que deben ocupar el primer lugar en esta animación, en esta orientación, en este servicio y en seguida los coordinadores de las Comunidades y los equipos de coordinadores de los Servicios Básicos y complementarios.
Por lo que debemos sustentar este servicio al que Dios nos ha llamado, con el ejemplo de una vida personal de oración, que convenza y arrastre a los demás.
Ojalá que cuando vemos a los que sirven en esta tarea de Animación y Coordinación de la Renovación, les recordemos este mensaje del Santo Padre y les pidamos que su primer servicio sea el de dar un ejemplo a los demás, de oración profunda, personal y comunitaria.
LA ORACION DE CONTEMPLACIÓN
¿Qué importancia tiene para nosotros la oración de contemplación?
Recuerdo cuando en mis años de escuela, la oración fue despreciada como algo innecesario. No están lejanos los años en que mucha gente, incluidos los sacerdotes, decían: “esta es la hora de la acción, del compromiso temporal, que no nos vengan con una oración que es alienante”, y usaban ese término tomado del marxismo.
Y en el fondo de las crisis, personales, matrimoniales y sacerdotales, que todos hemos lamentado, generalmente estuvo la crisis de oración. Se dejó a un lado el encuentro personal con el Señor y vinieron a darse las situaciones lamentables que todos conocemos.
Esta situación se debió en gran parte a que en la etapa de formación básica que debieron tener, no llegaron a descubrir la oración como el encuentro personal y amoroso con el Señor.
Yo recuerdo, en los primeros años, cuando conocí al Señor, solamente conocía la oración discursiva (rezos y plegarias), así como de una serie de métodos para hacerla. Aclaro, que tiene su importancia.
Adquirir un poco de conocimiento siempre es necesario. Inclusive cuando nos hablaban de la oración afectiva y fui experimentando, si alcanzábamos en la oración aquellos afectos que nos hacían saborear y apreciar mejor la oración.
Pero sabemos que todo eso pertenece a las primeras etapas y que todo esto debe ser la preparación para un encuentro personal con el amor con el Señor, que es lo que constituye propiamente la contemplación.
En la Renovación, se nos ha hablado muy poco de la contemplación y por eso, a veces, no descubrimos el valor que tiene y estamos en una posición, a veces, muy negativa para apreciarla y para vivirla.
Pablo VI, en el discurso final de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, dijo unas palabras muy interesantes: “La acción más importante que puede poner el hombre es un acto de contemplación”.
De la cual deducimos que las acciones dependen de las personas, la grandeza de la acción depende de la grandeza de la persona que la opera y en la contemplación el agente principal es el Espíritu Santo, y, por eso la acción del contemplativo, que es suya, pero que está animada por el Espíritu Santo, es la más importante que pueda poner en la vidas. No hay acto mayor en la vida, que el de la contemplación.
¿QUE ES CONTEMPLACION?
¿Cómo podemos definir la Contemplación? Uno encuentra definiciones profundas y de distinta índole, pero a mí me han llamado la atención las siguientes: En primer lugar, citando a San Gregorio: PATI DEO dos palabras, que traducidas significan “padecer a Dios”, experimentar el peso de Dios.
Estas dos palabras encierran tal vez la definición más profunda que pueda darse de la contemplación, sobre todo de LA CONTEMPLACIÓN INFUSA, entendiéndola como “un estado de profunda oración y unión con Dios, donde el alma es elevada por la gracia divina más allá de la propia capacidad”.
Porque en la contemplación lo que se realiza primero es la experiencia de la cercanía de Dios y luego la experiencia de la comunicación con Dios, porque Dios es amor. El alma que entra en la contemplación empieza a experimentar el peso del amor de Dios.
Pero ese peso del amor de Dios se convierte también en padecimiento. Cuando uno lee a San Juan de la Cruz, en su noche oscura se admira al ver la insistencia sobre la acción purificadora de la contemplación.
Esa presencia amorosa del Señor en el alma le va mostrando en primer lugar sus pecados, su miseria y esto causa en ella un dolor profundo y a medida que va experimentando el amor de Dios, va entrando en un gran Purgatorio que le va liberando precisamente de esas imperfecciones y la va capacitando para ese abrazo cada vez más íntimo con el Señor.
El Santo usa varias veces el ejemplo de leño verde (rama verde), que, cuando es introducido en el fuego comienza primero a llorar, dice él. Todo el humor que hay en este leño verde tiene que salir primero, porque solamente de leño seco podrá recibir ya el fuego y convertirse también en fuego. Es toda la etapa de la purificación, que va siendo más intensa a medida que el alma va teniendo la cercanía y el encuentro con Dios.
El Espíritu Santo, que es el agente de la contemplación infusa, va proyectando luz a la persona para que ella vaya conociendo su realidad y vaya teniendo una conversión profunda.
La contemplación lleva siempre consigo un estado de constante conversión al Señor. A medida que el alma recibe la claridad del Espíritu va descubriendo mayores miserias. Es por esto por lo que los místicos nos hablan, de la segunda conversión, una conversión, como lo menciona en su cuarta meditación de cuaresma 2025, el predicador de la Casa pontificia, “ Una conversión definitiva a la que la Resurrección quiere conducirnos: la que permite al corazón de la humanidad liberarse de la tristeza y realizar un encuentro personal con Cristo y con la novedad que Él inaugura.”
Santa Teresa habla de su segunda conversión cuando tenía 38 años. Ella se había entregado al Señor desde sus primeros años, pero en esa época de su vida tuvo un encuentro más profundo con el Señor y esa visión de su realidad hizo que ella se volviese a El de una manera más plena. Porque Contemplación es sentir la cercanía de Dios y experimentar la unión con Dios.
Hay una definición dada por una joven americana, de apellido Ford, que es también muy rica: “Contemplativos son aquellos en quienes ora Dios”. Definición preciosa. Porque la contemplación, sobre todo la infusa, es aquella en la cual el Espíritu Santo está infundiendo, derramando toda su luz amorosa y todo su amor luminoso. Es el Espíritu Santo quien está orando de una manera más intensa en el contemplativo.
En toda oración tiene que estar presente el Espíritu Santo: en la discursiva. en la afectiva, en la de la simple presencia. En la auténtica y profunda contemplación infusa el Espíritu Santo está de una manera más plena. El viene a ser allí el agente principal, el alma está cada vez más pasiva.
Cuando San Juan de la Cruz o Santa Teresa nos hablan de los grados de la contemplación infusa nos van mostrando cómo se va desde esa experiencia profunda del Señor hasta un adormecimiento de las potencias interiores, después de los mismos sentidos externos muchas veces, y, cuando esto es permanente, se llega al culmen de la contemplación.
Es el Espíritu entonces quien está orando en nosotros de una manera más intensa y por eso contemplativo es aquel en quien ora el Espíritu.
Uno ve entonces la riqueza del momento actual de la Iglesia en este nuevo Pentecostés, cuando el Espíritu Santo va entrando de una manera más plena en nuestras vidas y entra especialmente en nuestra oración para que después la acción sea !a proyección de esta oración.
Contemplativo es aquel en quien ora el Espíritu y en la medida en que nosotros en la Renovación nos abramos a la presencia y a la acción del Espíritu estará en nosotros de una manera más intensa.
La Renovación, bajo la acción del Espíritu, ha estado centrada en Cristo. Cristo lo dijo en el discurso de la última Cena, hablando del Espíritu: “El dará testimonio de mí y vosotros daréis testimonio” . El Espíritu Santo es el testigo del amor paternal de Dios. El hace gritar en nuestro interior el Abba, Padre y es el testigo también de Jesús. Quien se abre al Espíritu llega a Jesús y por Jesús llega al Padre.
Pero el Espíritu, ha ido mostrando distintas fases de Jesús. Primero lo fue mostrando como Jesus, Salvador integral y fuimos descubriendo la maravilla de la salvación de Jesús, esa fue una de las primeras experiencias de los primeros encuentros con Dios. Un Jesús que salva del pecado, un Jesús que salva de las secuelas del pecado, un Jesús que salve el espíritu, que salve nuestra vida emocional, que sana también el cuerpo.
Segundo: Después entramos en otra etapa: Jesús el Maestro, y entramos a estudiar esos cursos maravillosos de discipulado y hemos visto cómo el discipulado no es estudiar las lecciones de un Maestro sino acompañar a ese Maestro, seguirlo en la vida, y después fue apareciendo algo más importante todavía, el señorío de Jesús.
Nos dimos cuenta del gran mensaje de Pedro el día de Pentecostés: “A ese Jesús a quien crucificaron los Judíos el Padre lo constituyó Señor y Cristo. Sepa con certeza toda la casa de Israel esta verdad”. Y es lo que proclama después Pablo en su carta a los Filipenses. Y hemos visto cómo ese señorío de Jesús va siendo la gran realidad de nuestras vidas. Y estamos viendo cómo ese señorío de Jesús debemos llevarlo a la práctica y estamos insistiendo en dos puntos: Si le damos el diez por ciento a la oración estaremos reconociendo todos los días de una manera completa que es mi Señor, que estoy a sus pies como María para escuchar su palabra. Y, si le damos el diez por ciento de nuestros bienes, estaremos reconociendo de otra manera sencilla y práctica que Él es el Señor.
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