La psicología, la sociología y otras ciencias modernas, enfatizan la necesidad del ser humano de sobresalir, de destacar, de superar, de triunfar, de ser diferente a los demás.

Muchas personas buscan afanosamente el triunfar, estudiando una profesión universitaria o aprendiendo un oficio en donde puedan ser respetados por la sociedad, ganar mucho dinero y ser “Alguien”.

Hasta nuestros padres, por amor, nos han inculcado estos sentimientos del mundo moderno: “Tienes que estudiar mucho para ser importante y ganar mucho dinero”.

La nuestra, es una sociedad materialista, racionalista, práctica y egoísta.

Todos hemos visto en más de una ocasión, en televisión, a un entrenador de alguna disciplina deportiva, las cámaras de televisión los enfocan y observamos como ellos dirigen, gesticulan, regañan, reprenden, corrigen, reprochan, critican, reprueban y gritando, sacan del juego a aquellos que no rinden como ellos desean.

Los atletas, aún los más destacados, siempre están pendientes de las órdenes del entrenador o coach, de su dirigente, en la mayoría de los casos, esos entrenadores jamás participan en el juego, muchos, son personas de avanzada edad que nunca podrán tener la habilidad de esos jóvenes a los que ahora dirigen.

Ellos establecen una estrecha relación solamente con algunos de los miembros de su equipo, los que no rindieron, al final de la temporada, son cambiados a otras instituciones deportivas.

Al fin y al cabo, a ellos les interesan solamente los ganadores, los vencedores, los que triunfan. Los mediocres, pueden ir a echar pulgas a otro lado.

Todos hemos también visto a un jefe o patrón de trabajadores, sea en las carreteras, en el campo, en una fábrica o en una oficina.

Él es el que contrata, dirige o despide a los trabajadores haciendo los arreglos y ajustes necesarios para su conveniencia, los mejores son generalmente los leales al jefe, los que saben ordenar, organizar y hacen producir, los que gritan cuando hay errores, los que están constantemente detrás del hombro del trabajador.

Esta es la idea estereotipada que tenemos de un líder. El que es más importante, el que dirige, entrena, enseña, ordena, etc., de allí viene la definición de líder que nosotros conocemos, de una persona dirigiendo a otras y que tiene la capacidad de hacer que las metas propuestas se realicen. Desafortunadamente, la mayor parte de estos líderes, siempre serán los primeros.

Algún destacado jugador puede terminar siendo un entrenador, pero en el caso de trabajadores, empleados de oficina y obreros, ellos saben que difícilmente llegarán algún día a ser líderes de la empresa o compañía en las que laboran.

Si aspiran a ser líderes, deberán de prepararse, estudiando más o aprendiendo a capacitarse para desarrollar mejor sus habilidades.

EL LIDER CRISTIANO

Bendito sea Dios que Cristo Jesús nos enseñó sobre liderazgo. Un líder cristiano es uno que sirve con amor y gozo.

Un líder cristiano, es una persona que crece constantemente en unión de sus hermanos en la fe, a quienes sirve, y que un día no lejano, serán también líderes en sus comunidades para repetir este ciclo muchas veces.

Como respuesta al pedido de los Zebedeos, el Señor respondió dándonos ésta bella enseñanza:

” Pero Jesús los reunió y les dijo: Ustedes saben que los jefes de las naciones se portan como dueños de ellas y que los poderosos hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no será así; al contrario, el que aspire a ser más que los demás se hará servidor de ustedes.

Y el que quiere ser el primero, debe de hacerse esclavo de los demás. A imitación el hijo del hombre, que no vino para que lo sirvieran, sino para servir y dar su vida para rescatar una muchedumbre.” ( Mateo 20,25-28)

¡ Que mandato el del Señor! ¡ El que quiera ser el primero, debe de hacerse esclavo de los demás! Muchos quieren ser líderes porque quieren ser los primeros, pero la verdad es que el líder cristiano tiene que ser primero, pero primeros en el servicio solamente.

Después de servir, tiene que considerarse a sí mismo el último. Eso eran los antiguos esclavos, y así se consideraba María santísima, esclava del señor.

La triste realidad es que muchos líderes cristianos han leído muchas veces este pasaje bíblico, pero nunca han llegado a meditar la verdadera esencia y sustancia de ésta enseñanza.

Si esto sucede en una comunidad religiosa y aun entre los propios sacerdotes entregados al Señor y saturados de oración, ¿Qué no podemos esperar de líderes en grupos eclesiales de laicos?

El Señor Jesús que conoce los corazones, sabía esto y por eso expresó en el pasaje anterior, para darnos a entender que el líder cristiano, tiene una dimensión completamente distinta al líder no cristiano.

Así, hay muchos líderes que con sana intención ingresan a grupos de “servidores”; pero que con el tiempo, el don de dar con gozo se convierte en rutina y comienzan a actuar con hostilidad hacia aquellos que son la razón del sacrificio de Cristo Bendito en el Monte Calvario.

Muchas son las causas para que esto suceda, pero principalmente ocurre, por falta de una preparación adecuada; porque el verdadero líder, sabe que su principal misión, es la de ser servidor o mejor aún, esclavo de aquellos a los que Dios ha puesto en sus manos para su amoroso cuidado.

En verdad, yo sé que una gran cantidad de servidores cristianos que no actúan como debieran, no por hostilidad, sino por ignorancia. El Señor dedicó muchos pasajes a los líderes mediocres y malos servidores que bien sería bueno mencionar, cambiando las palabras fariseos y maestros de la ley, por servidores o líderes:

Pero los servidores mediocres, preparan cargas pesadas, difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas (Mateo 23,4).

¡Pobres de ustedes, líderes cristianos malos, porque se adueñaron de la llave del conocimiento! No entran ustedes, ni dejan entrar a los que quieren hacerlo (Lucas 11,52).

Si alguien hace caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar (Mateo 18,6).

Dios está siempre esperando que sus líderes, sean una imagen de su Hijo bendito, que sean amorosos, humildes, santos, obedientes. Y que sean líderes no para ser servidos, sino para ser servidor del último de los desamparados, como Madre Teresa, en Calcuta.

Jesús formó a doce, que a su vez formaron a otros más, y estos a su vez, repitieron el proceso de enseñanza con otros. Así fue que la Iglesia se expandió rápidamente.

He tenido la oportunidad de conocer comunidades donde por 10 o 20 años, los líderes son los mismos y a los miembros de sus comunidades, siempre los encontrará parados en el mismo lugar o sentados en la misma banca. Estas comunidades nunca crecen ni en cantidad, ni en calidad.

Cada uno de los miembros de estas comunidades, ya debería de ser maestro después de tanto tiempo. Pero todo lo contrario, cada año oyen los primeros elementos de la enseñanza de Dios. Ellos necesitan alimento sólido (Hebreos 5,12), para que después puedan alimentar a otros.

¡Que desperdicio de enseñanza hubiese sido la de Cristo Jesús a los Apóstoles, si después de tres años de aprender de él, ellos se hubiesen ido al templo para permanecer por toda sus vidas parados o sentados en el mismo lugar!.

Una comunidad con los mismos líderes, cohíbe la inquietud de los muchos que sienten en sus corazones el llamado de Dios y de la Iglesia a servir. Además, el crecimiento de la comunidad es más lento. Muchos son como reyes y príncipes medievales en sus dominios, piensan que sin ellos todo se desbaratará y se terminará y de que están haciéndole un gran favor al Señor.

Por eso, así como Diótrefes se opuso al apóstol Juan (3ª Carta de Juan 1, 9), ellos también muchas veces se oponen a los pastores de sus comunidades cuando estos sugieren algún cambio.

Es necesario, pues, promover en los grupos eclesiales, retiros de líderes, hay que enseñarles la necesidad que tiene la iglesia de más y más líderes, auténticos servidores del Reino de Dios aquí en la tierra.

No hay absolutamente ningún miembro de la comunidad que no sea valioso en el servicio a la comunidad. Cristo Bendito, además de enseñar, vino a formar líderes capaces de formar nuevos líderes. Y nosotros, le hemos fallado al Señor no formando líderes maduros. Una de las razones del raquítico crecimiento de nuestra iglesia, es la falta de ellos.

Es sumamente necesario de que no cerremos las puertas a quienes quieren dar a Dios y de sí mismo a los demás, pues necesitamos muchos de ellos. Dios quiere servir, pero quiere hacerlo por medio de hombres y mujeres enamorados de él, semejantes a su Hijo bendito y que saben captar el impulso del Espíritu Santo en sus vidas.


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